domingo, 22 de abril de 2012

Un lugar especial

      
   Cuando evoco el Instituto Cristo Redentor, cierro los ojos y aparece con toda nitidez. No hay persona que no la  recuerde y su imagen no la tenga grabada a fuego. Cada vez que paso por el frente del colegio me paro para mirarla y al hacerlo parece que aún sigo allí. Tan fuerte es su presencia en mi memoria que decidí escribir este poema.

Develando secretos…




Desde afuera con claridad se divisa,
y al traspasar la reja...
como abriendo sus brazos nos invita a entrar.
Quien ha transitado detrás de los paredones
sabe de su misterioso poder especial,
es  la que aglutina, atrae y convoca
sí, a ella me estoy refiriendo…
a  la majestuosa escalera central.
Si pudiese hablar, tal vez nos contara
que entre las grietas de sus escalones,
tiene guardadas las miles de lágrimas
allí derramadas por penas de amor.
Que sabe secretos, insondables secretos,
aquellos que  los adolescentes
sólo cuentan a sus pares
porque en esos amigos pueden confiar.
Que guarda en sus oídos la música
de las risas, los gritos y aplausos
de todos aquellos, que en distintas etapas
y  por algún motivo, pudieron gozar.
Que tiene en su mente muy claras imágenes
de todas las fotos sacadas allí,
porque inmortalizaron los sueños cumplidos,
y las metas logradas con esfuerzos sin fin.
Que todos los días tiene el privilegio
de acoger complaciente a los que se acercan
para realizar respetuosos un ceremonial:
el de la bandera, de esa insignia gloriosa
que nos marca un rumbo, señala objetivos,
y que nos llena de alegría el verla flamear.
Pero imagino un tesoro que guarda celosa
y que otro rincón no puede igualar,
por el ritmo de los pasos ella reconoce
el estado de ánimo de toda persona
que en cada pisada, le imprime su impronta
y   revela “ese” su motivo, para caminar.
Por eso descubre al que la  transita
buscando una ayuda, quizás un consejo,
al que está sufriendo o al que va feliz;
al que lleva sueños, al que está llorando,
al que acarrea enojos o hermosas propuestas,
o al que los problemas superando están.
Quizás si conversara, tal vez nos diría
que tiene otra tarea que la mantiene plena,
y es por eso que sonríe dichosa
cuando el que la recorre descubre que allá,
en  lo alto, hay una Virgen que esperando está,
para entregarle  Alivio, Gracias y Bendiciones
al que por sus escalones junto a ella va.

                                                                         María Adela Pon                                            

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