sábado, 28 de julio de 2012

Dos ropajes ... un único ideal


    A medida que el tiempo va transcurriendo, algunas cosas se van modificando porque las circunstancias o momentos así lo requieren. A veces a estos cambios  no somos capaces de ubicarlos en la línea del tiempo, salvo que algún hecho  puntual así nos lo haga recordar. Y eso me sucedió con el uniforme del colegio y sus símbolos distintivos.
  
    Cuando llegué al Instituto en 1971 me asombró que, siendo un colegio público pero de gestión privada, su uniforme consistiera para las mujeres en un clásico guardapolvo blanco con tres tablas delanteras, y atrás dos tablas y la prendedura; pollera debajo del guardapolvo,  abrigo azul,  medias azules,  zapatos negros y  una corbata azul a la cual se le iba agregando una cintita por año que se cosía en su parte inferior para indicar a qué curso pertenecían. Los varones llevaban pantalón gris, camisa celeste, corbata azul  y pullover o blazer azul.
    
   Fue transcurriendo el tiempo… no recuerdo cuándo pero sí ubico el motivo, a la corbata azul se le agregó  la impresión de la figura del Cristo Redentor y la leyenda Cristo Redentor Paraná como signo distintivo del Colegio y poco a poco las cintitas en la corbata identificatorias del curso al que se concurría, en la práctica fueron desapareciendo.
  
    Pasaron los años y el uniforme siguió igual… salvo que la influencia de la moda en la forma de vestir de los adolescentes le fue incorporando los cambios paulatinamente. Las chicas comenzaron a usar pantalones debajo de los guardapolvos, primero sólo durante los meses de frío y después prácticamente todo el año. Los jeans y las zapatillas llegaron para quedarse en la vestimenta diaria de los jóvenes y… el uniforme no fue ajeno a estos hechos.  
  
    Y así comenzamos el ciclo lectivo del año 2000 estrenando uniforme nuevo, igual para mujeres y varones: jeans azul, buzo azul y remera blanca de manga corta con un logo bordado a la altura del corazón. En ese año empezó el 9º año, completando así con la implementación del Tercer Ciclo de la Enseñanza General Básica para el cual se ideó esta remera. En el 2001 fue el inicio, en todas las divisiones, del primero de los tres años del Nivel Polimodal, para ello y con el fin de diferenciar los dos Ciclos, la remera fue cambiada para este nivel por una chomba con tres rayitas de colores azul, rojo y amarillo bordeando su cuello y por supuesto que con el mismo logo a la altura del corazón. Diferencia que actualmente se mantiene para distinguir a los alumnos del Ciclo Básico Común de los del Ciclo Orientado de la Escuela Secundaria.
   
    En ese logo, que se convirtió en la insignia del establecimiento, aparecen las siglas I.C.R. y una  lámpara encendida que expresa la fe y el amor que animaron siempre a las Hermanas para trabajar en la extensión del Reino de Jesús y que quieren lograr suscitar en sus alumnos y colaboradores.

    ¿Por qué sí esa fecha quedó grabada en mi memoria? Porque el año anterior, en diciembre de 1999, mi hija se recibió de Bachiller con Capacitación Laboral en Comunicación Social y en el acto de colación no solamente ella y sus compañeros de promoción se despidieron del Colegio… sino que también lucieron por última vez ese guardapolvo blanco que llamó tan gratamente mi atención el primer día que ingresé en sus aulas. 




               
                                                                                                       María Adela Pon

   Si te interesa conocer más sobre el ICR  te sugiero otros escritos del blog como  En el papel... también tiene su historia, No sólo los libros cuentan la historia..., Las imágenes que se fueron gestando ... desde 1979Cuando la nostalgia golpea la puerta...,
 

jueves, 12 de julio de 2012

Un recuerdo, un anhelo... y un adiós


    Al iniciar el blog me propuse escribir en él solamente lo que surgiera de mis vivencias personales en el Instituto cuando una persona, un acontecimiento, un objeto, un recuerdo… lograra aflorar ese deseo.  Y muchas veces… en esa  motivación se mezclan la tristeza de un presente con el recuerdo de una alegría vivida en comunidad. Este poema lo escribí en Enero de 2011 porque fue la manera que encontré para transmitirle fuerzas y abrigarle el alma con mis palabras, a una compañera de ruta con la cual tenía una linda relación de mucho afecto mutuo, enlazando un recuerdo vivido en el Instituto Cristo Redentor, un anhelo… y un adiós. Aún conservo en mi memoria la fecha del festejo: Octubre de 1977,  y más aún, parece que estuviera leyendo en el acta de la  reunión de los integrantes del Área Administrativo Contable (así la denominábamos en ese momento) las palabras “cedro azul” de la forma en que Marita ( María Eva Caisso de Navarro) las escribió. Esas palabras así escritas, seguirán presentes en mi memoria por siempre, porque fueron las  que me movilizaron para poder expresarle que seguiremos presentes a pesar del tiempo y de la ausencia, porque sé que trabajamos y nos esforzamos para  lograr dejar en el Instituto las huellas de nuestros pasos y nuestros esfuerzos reflejados en sus frutos”.
    
  Tal vez porque seguiré soñando hasta el final… ese anhelo de permanencia lo he querido simbolizar en ese árbol  “… porque en  él hemos encarnado la memoria, esa memoria…que nos rescata del olvido”.
   
   Allí donde estés  Marita, seguramente recordarás este poema que alcanzaste a leer… antes de partir.

Tal vez porque soñamos…

Tal vez porque soñamos…
con inculcar  valores que se anidaran en el alma
y alentar sueños  con brillos en las alas,
es que elegimos ser docentes,
para regocijarnos al recoger los frutos
de aquellas semillas que sembramos en tus aulas.
Tal vez porque soñamos…
trascender más allá del tiempo y del trabajo,
cuando voláramos dejando el abrigo de tu nido,
es que te dejamos para tu 75 cumpleaños,
custodiando tu entrada junto al Cristo,
el símbolo de aquel esfuerzo compartido.
Tal vez porque soñamos…
que él podría cobijar nuestra nostalgia
cuando los recuerdos se escaparan del baúl,
es que un día de Octubre, bajo un sol ardiente
y con enorme emoción te regalamos…
un pequeño pero increíble cedro azul.
Tal vez porque soñamos…
lo plantamos los docentes del Área Contable
sabiendo que lentamente pero con fuerza crecería 
soportando estoico los embates de los vientos,
para sostenernos en el logro de la meta
de ser rocas firmes  apuntalando tus cimientos.
Tal vez porque soñamos…
que podríamos fluir como su  savia dando vida,
empapando las mentes y corazones de los jóvenes
con los valores franciscanos como lema,
es que nos preparamos, asumimos la tarea,
y elegimos ese cedro como emblema.
Hoy que ya nos fuimos del colegio
siento que aquello que soñamos se ha cumplido,
tal vez… porque hemos logrado
dejar allí las huellas de nuestros pasos
y nuestros esfuerzos reflejados en sus frutos;
o tal vez…porque a  nuestras vivencias
las fuimos enroscando en las raíces de ese árbol
para que permanezca firme y erguido junto al Cristo,
cuidando y protegiendo nuestro nido.
Tal vez porque soñamos…
seguiré imaginando nuestros nombres  
enredados en las ramas de ese cedro muy querido,
tal vez… porque en  él hemos encarnado la memoria,
esa memoria…que nos rescata del olvido.

                                                               
 

    Tal vez porque soñamos… seguiré imaginando nuestros nombres: Matilde Princic, Marita Caisso, Luz Buscema, Quique Calí, Adela… enredados en las ramas de ese cedro tan querido.
   Tal vez porque soñamos … seguiré imaginando enredados junto a esos nombres, los nombres de todos aquellos compañeros que se fueron incorporando  al Área Jurídico- Contable y con los cuales he compartido el camino: Elsa Werner, Ana Werner, Héctor Cabrera, Alberto David, Silvina Iglesias Iedro, Norma Santini, Lilian Aguilar, María de los Ángeles Barrientos, Hna Mirta Deharbe, Marcela Pereyra, Silvia Aranguren, Griselda De Angelis, Silvia Abud, Claudia Barlasina, Carina Cuatrín, Nancy Stang…
  Tal vez porque soñamos… hay otros nombres… el de todos aquellos que han  ingresado al área hasta el momento y, seguramente, habrá otros más que lo harán en el futuro mientras la oferta educativa la mantenga funcionando.
  
                                                                                                             Enero 2011
                                                                                   
                                                                                                                 
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                                                                                                                  María Adela Pon 

   Si te interesa conocer más sobre "esos momentos" tan especiales que marcaron nuestro transitar por el Instituto, te sugiero otros escritos del blog como Y... se vino la respuestaHace casi cuarenta años...30 años en un poema

  Si te interesa conocer más sobre esos compañeros, los que acompañaron mi caminar durante 30 años y con los cuales juntos construimos la comunidad del Instituto, te sugiero otros escritos del blog como Buscando raíces..., Extrañándote..., Esos infatigables caminantes...,   Con sólo nombrarla..., Un comienzo... que se renuevaY Dios sigue entretejiendo la historia...Cuando la nostalgia golpea la puerta... , Las imágenes que se fueron gestando... desde 197930 años... en un poema,


    


miércoles, 4 de julio de 2012

La Cruz de San Damián


   Sobre la Cruz de San Francisco y Santa Clara en San Damián de Asís conocí muy poco, en cuanto a  la descripción pero no en cuanto a su conexión con ellos, durante unos cuantos años de mi permanencia en el Instituto. Sabía que estaba en la Iglesia de San Damián y lo recordaba sobre todo cuando escuchaba la canción “Francisco, repara mi Iglesia” referida al pedido de Dios a Francisco en esa ermita, lo que ocurría especialmente cuando se acercaba el 4 de Octubre. La letra de la misma dice así:

“Francisco, repara mi Iglesia”   

"La Iglesia se está cayendo, ya ves,
 sus muros rotos están". 
Así habló a Francisco el Señor
en la ermita de San Damián.
"Yo puedo cerrar sus grietas, Señor
mis manos te ayudarán.
Verás que limpia y hermosa estará
nuestra ermita de San Damián.”
 IGLESIA HUMANA Y DIVINA A LA VEZ,
QUE EN LUZ Y SOMBRAS LA VES.
VIVIENDO EL EVANGELIO
MÁS POBRE Y LIBRE HAS DE SER (2).
 La Iglesia que nos preocupa no es
de  piedra ni es material.
La Iglesia somos los hombres y Dios,
no la ermita de San Damián.
Queriendo ser hoy mejores que ayer
la vamos a reparar,
cumpliendo lo que le Señor nos pidió
en la ermita de San Damián.
    
    El autor de esta canción es Cesáreo Gabaráin (1936-1991) un sacerdote, humanista y compositor español. Se destacó como compositor de canciones de misa de gran éxito, con las que recibió un disco de oro. Entre sus temas: Pescador de hombres, Una espiga dorada por el sol, Hoy Señor te damos gracias o Vienen con Alegría.
    
    Si bien sabía que el proceso de conversión de San Francisco fue largo, que su gran preocupación era conocer la voluntad de Dios, saber lo que Dios le pedía, y acertar el rumbo que debía emprender, para lo que recurría a la oración y así un día entró en la Iglesia y se puso a orar fervorosamente ante la imagen del Crucificado, sin embargo por mucho tiempo contemplé la Cruz sin prestarle demasiada atención y por supuesto sin indagar sobre el significado de lo que allí estaba pintado.
    
   Pero un día… Silvia Aranguren, una de mis compañeras de área y profesora de Computación, me trajo de regalo esa Cruz desde Asís y recién allí me puse a investigar sobre ella. La tengo en mi dormitorio junto a otra cruz que era de mis padres y que me acompaña desde que mi madre se fue a vivir bajo otro cielo.

    Historia de este Crucifijo:
    
    El crucifijo de San Damián es un icono de Cristo glorioso, representa al Cristo Resucitado. Un icono, es decir, un elemento religioso, pintura, hecha especialmente para contemplar. Quien contempla ve en la imagen, la historia narrada sin palabras, lleno cada detalle de simbolismos; describe las escenas que presenciaron los personajes: la Pasión, la Resurrección y la Ascensión. Resalta la figura central de Cristo, y de los personajes bajo sus brazos, más grandes que todos los demás, todos colocados sobre un fondo o cuadro dorado.
  
    El ícono fue pintado sobre tela, poco después del 1100 (siglo XII), y luego pegado sobre madera y sería obra de un artista desconocido de Espoleto. Los estudios iconográficos sobre el origen y la evolución del crucifijo en el arte, así como la relación de los principales crucifijos anteriores al tiempo de San Francisco, indican con toda claridad que el Crucifijo de San Damián es de tipo sirio, influenciado por el arte bizantino, a la vez que una obra netamente umbra, como lo demuestra su fina ejecución. Esta cruz, de 2,10 m de alto por 1,30 m de ancho, fue realizada para la iglesita de San Damián, de Asís.
  
    Descripción de este ícono: 

     El Señor no aparece allí con el sufrimiento de la crucifixión, lo que está en la cruz de San Damián es “el Resucitado”,  el  Cristo de la cruz está viviente, erguido, sale de la Cruz, sobre su cabeza no  hay  una corona  de espinas, sino una corona de gloria, en la cual  encontramos las líneas de la cruz. Esta corona o halo brilla, con la  cruz indicada en líneas, es luminoso porque ha vencido la muerte. La  posición  de  Jesús significa  que  es el centro del mundo  y  sus  brazos tienen un gesto de acogida: abrazan el universo y recibe a todos.
   
   En los extremos derecho e izquierdo de sus brazos, se ven las mujeres  que vuelven del sepulcro el día de Pascua. En ambos extremos, debajo de los brazos del Crucificado, se pueden observar a dos Ángeles que conversan alegres señalando con sus manos al Señor. Se trata de los Ángeles de Dios que hablan de la Resurrección de Cristo a todos los creyentes de todos los tiempos.
    
    A los costados de Cristo hay cinco personajes íntimamente unidos a Él. Según el Evangelio de San Juan: "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la mujer de Cleofás y María Magdalena" (Jn 19,25). María y el apóstol San Juan están a la izquierda de Cristo y a los pies de María, hay un personaje más pequeño: Longino un soldado romano con su lanza. A la derecha están María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y el centurión romano que estuvo frente a Cristo. Sobre el hombro de este centurión se puede ver un rostro, muy probablemente el autorretrato del artista anónimo que pintó esta cruz, y a sus pies hay un hombre que se burla del Señor.
    
   En primer lugar, de abajo arriba, una inscripción sobre una línea roja y otra negra, con las palabras: "IHS NAZARE" y debajo: "REX IVDEORV",  "Jesús Nazareno, el Rey de los judíos", según el Evangelio de San Juan (Jn 19,19).
  
   Sobre la cabeza del Crucificado y dentro de un círculo de rojo intenso, se ve al Señor que asciende al cielo llevando en su mano izquierda una cruz dorada; diez ángeles, que expresan alegría lo rodean y los dos ángeles centrales  extienden sus alas sobre él. Arriba, en lo más alto de la cruz, en un semicírculo, está representada la mano de Dios Padre mediante una mano con dos dedos extendidos.
     
   En el pie de la cruz, a la derecha, hay dos personajes: Pedro, con una llave, y Pablo. Debía haber otros. El tiempo los ha borrado. Eran, quizá, santos del Antiguo Testamento, o San Damián, patrono de esa iglesita, tal vez también San Rufino, patrono de la catedral de Asís. La sangre de las llagas se difunde sobre ellos y los purifica.   Sobre Pedro, a media altura frente a la pierna izquierda de Cristo aparece un gallo, apenas visible, el cual recuerda que “alguien” que estaba muy seguro de creer en el Señor, lo negó tres veces antes de que el gallo cantara.
     
   En una de las fuentes que consulté para realizar este escrito sobre datos que conocía pero que debía corroborar, encontré estas reflexiones escritas por MORICEAU, Richard, O.F.M.Cap., El Cristo de San Damián. Descripción del icono, en Selecciones de Franciscanismo Vol. XVI, núm. 46 (1987) 45-51. -  que deseo consignar y compartir.
    
    “Quien la pintó, no sospechaba la importancia que esta cruz iba a tener hoy para nosotros. En ella expresa toda la fe de la Iglesia. Quiere hacer visible lo invisible. Quiere adentrarnos, a través y más allá de la imagen, los colores, la belleza, en el misterio de Dios.
   
    El de San Damián es, se dice, el crucifijo más difundido del mundo. Es un tesoro para la familia franciscana. A lo largo de siglos y generaciones, hermanos y hermanas de la familia franciscana se han postrado ante este crucifijo, implorando luz para cumplir su misión en la Iglesia.
       
    El Cristo de San Damián  contiene una asombrosa densidad teológica. En él encontramos la evocación del Misterio Trinitario y la plenitud de Cristo, encarnado, muerto y resucitado. Unido a los suyos en el cielo por la Ascensión, sigue permanentemente vuelto hacia nosotros. Su Misión es salvarnos a todos. Estamos ante el Misterio Pascual total. Cristo no está solo sobre la cruz. Está en medio de un pueblo, simbolizado en los personajes que lo rodean y atestiguan su resurrección.”
      

   ¿Por qué fue tan importante esta Cruz  para  San Francisco?
   
    Según el  Relato de San Buenaventura (LM 2,1) “Salió un día Francisco al campo a meditar, y al pasear junto a la iglesia de San Damián, cuya vetusta fábrica amenazaba ruina, entró en ella -movido por el Espíritu- a hacer oración; y mientras oraba postrado ante la imagen del Crucificado, de pronto se sintió inundado de una gran consolación espiritual. Fijó sus ojos, arrasados en lágrimas, en la cruz del Señor, y he aquí que oyó con sus oídos corporales una voz procedente de la misma cruz que le dijo tres veces: "¡Francisco, vete y repara mi casa, que, como ves, está a punto de arruinarse toda ella!" Quedó estremecido Francisco, pues estaba solo en la iglesia, al percibir voz tan maravillosa, y, sintiendo en su corazón el poder de la palabra divina, fue arrebatado en éxtasis. Vuelto en sí, se dispone a obedecer, y concentra todo su esfuerzo en la decisión de reparar materialmente la iglesia.”
    
   La mayoría de los testimonios de los manuscritos sitúan este hecho en el verano de 1205 y dicen que fue entonces cuando Francisco recitó una oración como respuesta al mandato que acababa de recibir.
  
    “ A lo largo de siglos y generaciones, hermanos y hermanas de la familia franciscana se han postrado ante este crucifijo, implorando luz para cumplir su misión en la Iglesia.
Tras de ellos, y siguiendo su ejemplo, incorporémonos a la mirada de Francisco y Clara. ¡Si este Cristo nos hablara también hoy a nosotros! Orémosle. Escuchémosle. 
Dirijámonos a él con las mismas palabras de Francisco:

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
   
    Francisco miró, interrogó con detención a este crucifijo. Y se le convirtió en camino que lo condujo a la contemplación de su Señor. Fue el punto de partida de su Misión: "Ve y repara mi Iglesia".
   
    Francisco, además, siempre se dejó educar por cuanto veía (la creación, los leprosos, sus hermanos...). ¿No aprendió mucho demorando con frecuencia su mirada reposada sobre este icono?
    
   Su biógrafo Celano dice que este Cristo habló a Francisco. Ahora podemos comprender mejor el sentido de esta frase y dejarnos captar por Cristo, para participar también en la construcción de la Iglesia, tras las huellas de Francisco.

¡Que esta meditación nos ayude a amar al Crucifijo de San Damián, a este ICONO!”.  MORICEAU, Richard, O.F.M.Cap., El Cristo de San Damián. Descripción del icono, en Selecciones de Franciscanismo Vol. XVI, núm. 46 (1987) 45-51.
 

    A esta Cruz nunca la había visto en el Altar Mayor de ninguna de las Iglesias que había visitado en mis viajes por la República Argentina; hasta que en la ciudad de Mendoza, Capital, llegué hasta la Basílica de San Francisco y cuán fue mi sorpresa y emoción, al encontrarme con este ícono presidiendo el Altar Mayor.  Seguramente fue un regalo que Dios quería hacerme, porque unos años después volví a entrar a esa Basílica y cuán fue mi sorpresa al no encontrarla. Pregunté a los fieles presentes pero ninguno me supo responder ni tampoco recordaban que el Altar se hubiese modificado. Comencé a pensar en qué momento había entrado por primera vez a la Basílica y recordé que había coincidido con los festejos del Bicentenario de nuestra Patria… y la Virgen del Carmen de Cuyo que ahora veía en lugar de la Cruz, estaba en un costado del Altar en un arreglo especial conmemorando la gesta Sanmartiniana ya que la Iglesia no sólo alberga la imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo, Patrona y Generala del Ejército de los Andes, sino también el bastón de mando del General José de San Martín y  el mausoleo donde descansan los restos de Mercedes Tomasa San Martín y Escalada, su esposo, Mariano Severo Balcarce y una de sus hijas, María Mercedes Balcarce y San Martín.
     Así contemplé el Altar Mayor de la Basílica en Mayo del 2010

   
    “El Crucifijo parece decir a Francisco: "Después de los largos meses de búsqueda y espera, en los que te has preparado con la oración y la victoria sobre ti (beso al leproso), ahora te mando: ¡Anda! ¡Emprende la marcha que te hará seguir mis huellas a través de los caminos del mundo y te introducirá un día en la misma gloria que el Padre me ha dado a mí!".
  
    En su Testamento, Clara refiere que Francisco reparó la iglesita de San Damián, "en la que -añade- había experimentado plenamente el consuelo divino y se había sentido impulsado al abandono total del siglo...". Para Clara, el encuentro con el Crucifijo de San Damián es el momento del consuelo divino.
  
    El "¡anda!" que le dirige el Crucifijo a Francisco no tendrá pausa, y al envío seguirá la itinerancia. Pero un día le asalta a Francisco la duda y no sabe si debe continuar predicando o, más bien, dedicarse a la contemplación. Pide consejo a Clara, y ésta recoge de labios del Crucifijo de San Damián la respuesta que debe transmitirle a Francisco y que no podía ser otra que la recibida aquella primera vez: "¡Francisco, anda...!" Y el Santo reemprende la marcha, recomienza su tarea de Heraldo del Gran Rey, anunciando a todos la Buena Noticia (cf. LM 12,2; Flor 16).
   
    El Crucifijo de San Damián es una escuela de alegría que nos revela la pedagogía de Dios. No se trata de eliminar la Cruz, que está de hecho bien representada en el Crucifijo, al igual que las llagas de las manos y los pies de Jesús, sino de develar la meta a la que conduce  el seguimiento de Cristo. Esto es algo que Francisco y Clara no olvidaron nunca y que enseñaron con su ejemplo, su palaba y sus escritos.” MANDELLI, Sor María, O.S.C., El Crucifijo gozoso, en Selecciones de Franciscanismo Vol. XVII, núm. 51 (1988) 425-428.

 
    ¡La Cruz de San Damián… el ícono del Encuentro... el punto de partida de la Misión de Francisco... el Crucifijo del consuelo divino y  escuela de alegría!

                                                                                                                 María Adela Pon

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