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martes, 17 de septiembre de 2013

Con el color de los afectos...



    Septiembre…  un mes muy particular…  y este año no es distinto. Una tarjeta apareció en mi correo y en ni facebook con una invitación… y comenzaron a reavivarse los recuerdos.

   Tal vez… sólo sean importantes para unos pocos; tal vez… haga falta para entender haberlos vivido y compartido; tal vez… la distancia en el tiempo me haya permitido comprender su importancia y trascendencia porque seguramente hayan sido el mágico sostén de lo mucho que logramos… crear lazos que perduraran más allá de los muros del colegio.

   Quizás sería bueno comenzar por el principio. El Instituto Cristo Redentor tiene dos turnos con decenas de profesores caminando por sus pasillos y en sus aulas; algunos trabajan sólo en uno de los turnos, otros en los dos; algunos permanecen en él mucho tiempo durante la semana , otros sólo algunas horas; algunos pueden compartir las charlas y el café o el mate de los recreos en la sala de profesores y otros tienen ese tiempo para correr a otro colegio; algunos van y vienen renovándose constantemente  reemplazando a los que están con licencia; no todos están en las aulas y se cruzan en algún momento con tiempo sólo para un ¡hola! o un ¿cómo estás?… una realidad que no sólo es privativa del Instituto y de este momento… pero sí una realidad que hace difícil la comunicación y el acercamiento… y así también era entonces… cuando yo estaba caminando por sus pasillos y en sus aulas.

   Otro tiempo…  el que rememoramos cada vez que nos juntamos los que compartimos aquellos días… tan lejos y a la vez tan cerca del ahora… el que añoramos…  el nuestro… el tiempo en el que pudimos encontrar los momentos, los lugares y las actividades para crear esos lazos que nos permitieron desarrollar nuestra vocación docente, realizar nuestro trabajo y transitar la vida escolar de un modo especial.

   En el mes de febrero pasado nos encontramos con la Hna Paulina en casa de sus hermanas, en un momento de la charla me preguntó ¿te acordás de aquél día de la búsqueda del tesoro? Escuchar estas palabras, cerrar los ojos y verme muy temprano en la mañana recorriendo las galerías del colegio poniendo las tarjetitas con las pistas para la búsqueda… fue instantáneo. ¡¡¡ Cómo no recordar si fue mi comienzo en esa hermosa empresa de crear vínculos!!! Tal vez debería decir… nuestro comienzo, porque la mayoría del personal seglar con los cuales compartí la vida escolar desde mi llegada, nos incorporamos al colegio con  pocos años de diferencia, muy pocos eran los pioneros y llevaban años trabajando en él y recién en 1967 se había creado el turno de la tarde con la aplicación del Plan de Perito Mercantil… el “tiempo nuestro”, el que puedo recordar y de cuyas vivencias puedo hablar.

    Así… con este festejo de los cumpleaños del primer semestre del año… comenzamos la mayoría de los docentes a encontrarnos para conocernos más allá de los libros y de las reuniones formales. Los cumpleañeros estaban vestidos con un atuendo especial proporcionado por los organizadores (los que cumplíamos años en el segundo semestre), atuendo elegido de acuerdo a la personalidad y función de cada uno,  la Hna Paulina era una de las homenajeadas y… lucía como la Mujer Maravilla. La búsqueda del tesoro fue el inicio… después las palabras… los ravioles… los regalos y… el afecto… el que nace del contacto, del conocimiento, de las ganas de caminar juntos a pesar de todos los contratiempos y que comienza lentamente a entrelazar  las vidas.

   Y a ese festejo, le siguieron otros…  el de los cumpleaños del segundo semestre…  los del Día del Estudiante y del Día del Profesor que compartíamos con los alumnos y… empezaron las despedidas de soltero. Ya en el colegio nos era difícil organizarlas por el horario y porque teníamos que invadir la privacidad y el espacio que ocupaban las Hermanas y las internas… entonces comenzamos las reuniones en las casas de los docentes. ¡Cómo olvidar los asados en casa de Graciela D´Elía de Ghiggi o la convocatoria en casa de Perlita Chiavarino para estas despedidas!.  

    Pero  un día… apareció una casa, con un patio adornado con muchas plantas… un quincho…  y una anfitriona… Inés Minni… en realidad Inés Montenegro de Minni… y a partir de ese momento ella fue mudo testigo de todos nuestros agasajos y nuestras fiestas.  Y allí… en esa casa y  en una noche muy especial de fines de mayo de 1981… recuerdo mi despedida de soltera. Hacía frío, pero el quincho y el patio se vistieron de fiesta para el encuentro; imposible olvidar…  fotos conservo sólo una, pero montones de imágenes en la retina y en el corazón. 

   Y así… las ganas de estar juntos y el sentirnos más unidos con cada encuentro, nos motivó a agregar otro festejo…  las despedidas de fin de año. Despedir el año… sólo un nombre para celebrar un acontecimiento distinto, el que empezábamos a preparar a fines de noviembre, el que esperábamos ansiosamente… y para el cual no había que preguntar dónde se realizaba… hasta que Inés se fue del colegio.

     La casa de Inés…   Cacho y los chicos, Matías y Beltrán, ya sabían que su vida cotidiana se vería alterada por una tarde-noche con un bullicio especial, pero que también disfrutaban participando de él en algún momento porque era una algarabía que provenía de una convocatoria con el fin de pasar un rato juntos,  reconocernos, acercarnos, divertirnos… y crear lazos.  
  
    Hoy también hay una cita… distinta… en el Colegio… es la que me propuso esa invitación que hizo aflorar estos recuerdos y que sigue convocándonos como en aquél momento cuando la organizamos por primera vez… reunirnos para homenajear a los que se jubilaron durante el año entregándoles la Tau,  haciendo coincidir el agasajo con el Día del Profesor. 

    Hoy seguramente estaremos allí  festejando en el Instituto,  muchos de los que en el ayer estuvimos reunidos en aquella casa… la casa de Inés… la de las alegrías compartidas… la de las risas sin pausas… la de las placenteras emociones.  La casa de Inés…esa casa… la de la mesa tendida para las charlas sin tiempo… la de los abrazos fraternos para acoger a los nuevos. La casa de Inés... esa casa… la de cálidos rincones donde entibiar las penas… la de apacibles espacios para limar asperezas… la de las puertas abiertas para albergar el encuentro.

    La casa de Inés… esa casa…  la que en mi memoria y en mis sentimientos se engalanaba y pintaba al menos una vez al año con un color especial… ese color que todos llevamos guardado muy celosamente porque para cada uno tiene un matiz particular y único… el asombroso color de los afectos.
  
    La casa de Inés… esa casa…  la del color de los afectos… desde que nos fuimos del colegio, la veo a veces… pintada… pero sólo a veces… con el misterioso color de la nostalgia.


                                                                                                               María Adela Pon



 P/D   Hubo un llamado telefónico y unas palabras...  que quiero guardar sólo para mí.  Gracias Inés!!!




    Es 6 de Enero de 2016....  y hoy  esa casa se ha teñido con el color de la tristeza... su dueña se ha ido.

    Querida Inés, que brille para ti la Luz que no tiene fin.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Y... se vino la respuesta



     Y como no podía ser de otra manera los alumnos también...  Hace casi cuarenta años… nos dieron su respuesta.
   
    José Manuel Estrada (Buenos Aires, Argentina, 13 de julio de 1842 - Asunción, Paraguay, 17 de septiembre de 1894) fue un escritor y político argentino, eminente orador, representante del pensamiento católico. En conmemoración de su muerte, el día 17 de septiembre en la República Argentina se conmemora el día del Profesor… y ese fue el día elegido por nuestros alumnos para agasajarnos todos los años.
  
   Este festejo tampoco recuerdo cuándo empezó… sólo que fue durante la Rectoría de la Hna Paulina y como respuesta de nuestra iniciativa de agasajarlos para el día del estudiante. Y acá los papeles se invirtieron… cuando comenzaba septiembre los ansiosos por saber qué se estaba tramando en las aulas… éramos todo el personal.
    
   Y comenzábamos las investigaciones pero… siempre sin resultado… nada se filtraba… sólo intuíamos que éramos observados dentro de las aulas con más insistencia, o sorprendíamos miradas cómplices entre algunos alumnos o esas sonrisitas que presagiaban la cargada.
   
   Organizar la fiesta no les era nada sencillo a los chicos… muchos cursos y todos querían intervenir… muchos docentes compartiendo los mismos cursos y había que dosificar a quiénes se iban a referir en cada sketch… y había que repartir las otras tareas inherentes a este evento.
   
    Poco a poco, y a medida que fue pasando el tiempo la organización se fue perfeccionando. La idea central partía de los cursos superiores, se realizaba la participación a cada curso y los mismos presentaban bosquejos de lo que querían hacer. Se hacía la compaginación, se armaban los libretos definitivos… y las Directoras de Estudios de cada turno eran las encargadas de supervisar tanto los libretos como los ensayos.
   
    Aproximándose la fecha, los que teníamos hijos en el colegio, en primaria o secundaria, empezábamos a notar que de nuestros placares siempre algo desaparecía… no teníamos mucho que pensar… seguro que el 17 de septiembre alguien aparecería luciendo lo que nos faltaba.
   
    Cuando llegaba el día indicado, éramos agasajados desde que entrábamos a la sala de profesores… adornos por todos lados, frases en el pizarrón…y el clima de fiesta se acentuaba cuando nos preparábamos para entrar al salón. Todos entrábamos en orden, generalmente nos hacían formar fila y nos acompañaban a nuestros asientos y una vez que estábamos todos ubicados… comenzaba la acción.
    
   Siempre se las ingeniaban para hacer resaltar aquellos rasgos más característicos de nuestra personalidad o de nuestra forma de actuar o que nos identificaban perfectamente. Los más veteranos en la escuela ya sabíamos a qué iban a apuntar… y no nos equivocábamos… pero todos esperábamos ese mimo… de alguna manera el vernos representados en el escenario significaba nada  menos que eso… un mimo para el alma.
    
   Quizá un aspecto trascendente de esta fiesta residía en el hecho de que todos nos sentíamos convocados para ser homenajeados, sin importar qué cargo o tarea desempeñábamos… los alumnos sólo necesitaban recordar para tenernos en cuenta para el agasajo… que estábamos con ellos… que compartíamos muchas horas juntos... que conocíamos sus historias de vida… que contaban con nosotros no solamente en las aulas… que estábamos presentes tras los muros del colegio acompañando su caminar. Eran verdaderos  y gratificantes momentos para los encuentros, tal vez por eso... hace casi cuarenta años que comenzamos los festejos y alumnos, docentes, ordenanzas, personal administrativo, autoridades, preceptores no podemos dejar de hablar ni de recordarlos cada vez que nos reunimos… y siguen presentes animando la vida del colegio y enriqueciendo la convivencia en fraternidad.
 
   Pero el festejo no terminaba en el salón… para finalizar el día, generalmente los alumnos de quinto año (último del ciclo) nos agasajaban con tortas y brindis. Y para mí ese era un momento muy especial... porque de alguna manera sentía que se iniciaba la despedida… allí comenzaban a aflorar las palabras y los recuerdos... era el primero de los últimos momentos de intimidad en el cual nos decíamos adiós en comunidad. Al menos yo así lo vivía… los conocía desde primer año,  los había visto crecer… y los estaba empezando a ver volar.
   
  Lamentablemente de estos actos no conservo ni fotos ni recuerdos… sólo los que quedaron en mi memoria… junto a ese suave y dulce perfume impregnado de agradecimiento que siempre sentí que emanaba de ellos… y que invade el ambiente donde me encuentro cada vez que los evoco.
   

                                                                                                     María Adela Pon


  Si te interesa conocer más sobre "esos momentos" tan especiales que marcaron nuestro transitar por el Instituto, te sugiero otros escritos del blog como  Hace casi cuarenta años..., Un recuerdo... un anhelo... y un adiós30 años en un poema