jueves, 11 de septiembre de 2014

Un perfume de rosas...



   Desde el comienzo de mi blog sobre el Instituto tenía en claro que sólo iba a escribir cuando un recuerdo aflorara a través de los acontecimientos que así lo despertaran en el trajín de mi vida cotidiana… y un mensaje enviado desde el colegio con una invitación… despertó el deseo. Es Septiembre y se acerca el Día del Profesor y es el día señalado para despedir a las jubiladas del año y el momento en que cada una recibe la Tau. En ese mensaje había un nombre… Pocha. A Dora Espíndola de Canoza  estaremos homenajeando y recibiendo en el nuevo grupo el próximo 17 de septiembre de 2014.

   Pocha… toda persona que alguna vez haya llegado hasta las puertas del I.C.R. en horas de la mañana seguramente ha sido atendida por ella. Ya no sé cuántos años llevaba allí… incontables… no recuerdo haber visto otra persona realizando esa tarea en ese turno desde mi llegada al colegio…  pero para ella pareciera que el tiempo no pasaba. Siempre igual, una muralla inexpugnable para todo visitante o alumno del Establecimiento. Pocha… dedicada con esmero a su trabajo para proteger y cuidar con firmeza las puertas del Instituto. Pocha… a la que me une mucho afecto a pesar de que desarrollábamos nuestras tareas en diferentes turnos, aunque en los últimos años de mi permanencia en el colegio también lo hice por la mañana. La conocí siendo yo soltera y hasta no hace muchos días atrás mis nietos más chicos, que cursan el segundo año, la vieron en su lugar de trabajo. Pocha… todo un símbolo… la portera guardiana de I.C.R  en el turno de la mañana.

  Esa invitación… la tarea realizada por Pocha durante tantos años… fueron los detonantes que trajeron a mi mente el recuerdo… una cajita que tenía guardada en un rinconcito del cajón de mi mesita de luz… fui a buscarla y al abrirla otro rostro apareció en mi imaginación… el de Jorgelina.

   Quién no la tiene en su memoria… Jorgelina… portera del turno de la tarde… vivía en la casita de las Hermanas… no recuerdo su apellido… tal vez nunca lo supe… seguramente porque sólo con su nombre bastaba para saber quién era ella. Jorgelina… sin apellido… y sin tiempo. Así la tengo presente, pero no me puedo olvidar de su figura… de sus gestos… sus palabras… su dedicación en su tarea… y hasta recuerdo el tono de voz  llamándome… Adelita… y con eso me basta.

   Antes de que se hiciera la reforma edilicia de la escuela primaria, la entrada y la salida de sus alumnos se realizaba por el único portón existente y es el que corresponde a la escuela secundaria. Ese lugar era su reino… el portón de Jorgelina. No había niño que no conociera, sabía perfectamente en qué transporte escolar iba cada uno de ellos. Mientras los chicos esperaban a los mismos, sus docentes estaban tranquilos… Jorgelina era su guardián. Ninguno se atrevía a bajar a la calle y menos aún andar corriendo por el patio mientras en la escuela secundaria estábamos en clase. 

   Jorgelina… si cierro los ojos me parece que la veo en lo alto de la escalera, con su rosario en la mano y si alguien del personal se le acercaba comenzaba a ofrecerle los productos de limpieza de una marca muy conocida que se venden por encargue a través de los promotores, no en comercios… y que aún siguen en el mercado.

   Un día se fue y en la portería quedó Anita Álvarez. Pasaron los días… pero una tarde, al salir de un curso del piso superior… ahí estaba como siempre en lo alto de la escalera, al acercarme a ella me dijo… tome Adelita, esto es para ud…y tendió sus manos entregándome una cajita… esa que guardo celosamente en el cajón de mi mesita de luz… y fue la última vez que la vi.

   Una cajita… que contiene un rosario realizado con pétalos de rosas y una leyenda. Un rosario que realizan en el Convento de San Bernardo, Salta,  las Monjas de Clausura que pertenecen a la Orden Carmelitas Descalzas de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Un rosario… que a pesar del tiempo transcurrido…  aún conserva el perfume de las rosas.





  P/D  En este, recordatorio y reconocimiento a la labor de dos de las porteras del I.C.R. de diferentes turnos, vaya implícito el mismo reconocimiento para todas las que ennoblecieron esta tarea y también  a las ordenanzas que no sólo se dedicaban con esmero a dejarnos las aulas, los patios, los baños… bien limpios y confortables para que pudiésemos realizar nuestra labor y hacernos sentir como en casa,  sino que también muchas veces se turnaban  en la portería y extendían sus manos generosas para ocuparse  de nuestros pichones cuando ellos las necesitaban. A ellas … Amelia de Álvarez, Dora Ocampo, Delia Schneider, Mary Massat, Laura Bahl de Ortiz, Teresa Ramírez, Hna Serafina… a las que realizaron sus tareas en forma esporádica… y a las que no haya podido identificar en el recuerdo… les dediqué especialmente unos versos en el poema El lugar de los encuentros  refiriéndome a la sala de profesores y que pueden leer en Un lugar… “el lugar”
 

Todos esperábamos ansiosos

que el timbre nos convocara,

sabíamos que el cafecito

en esa sala esperaba.

Las ordenanzas en los termos

siempre a punto lo llevaban

porque era el regalo del día

con que ellas nos mimaban.


Para todas ellas… vaya un agradecimiento muy especial!!

                                                                                                                     María Adela Pon

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