Nunca me voy a olvidar
del momento en que el logo del Colegio nació para el papel.
Fue una tarde a comienzos
del 2000; habíamos empezado el ciclo lectivo estrenando uniforme nuevo y en una
sus prendas, una remera blanca, brillaba
ese logo a la altura del corazón.
Estábamos en Vice
Rectoría con Silvia Aranguren, profesora de Computación, y se nos ocurrió que estaría bueno escanearlo
para poder transformarlo definitivamente en el símbolo identificatorio del
Instituto, para que estuviese presente no sólo en el uniforme de sus alumnos,
sino también para que pudiera ser exhibido en toda la documentación del mismo que se expidiera tanto interna como
confeccionada hacia terceros.
Y así nació. A partir de
ese día nunca dejé de ponerlo orgullosamente en todos los proyectos que
surgieron guiados por mi mano, mi dirección y el esfuerzo de todos los docentes
que compartieron conmigo la inmensa alegría y también la enorme responsabilidad
de armar. Sin saberlo, me guiaba inconscientemente la intención de dejarlo
acompañando a mi segundo hijo, al que vi plasmado en el papel pero que no pude ver crecer ya que comenzó a
implementarse en marzo de 2001 cuando yo ya no estaba. Y es por eso seguramente que la emoción me
embargó cuando lo ví en el encabezamiento de cada una de las hojas del Proyecto
Educativo para Nivel Polimodal con Orientación en Economía y Gestión de las
Organizaciones, el hijo que creció protegido y cuidado por las manos generosas de todos aquellos que trabajaron arduamente para ponerlo en práctica, y que
tuvo como destino la formación de los alumnos de nueve promociones (2003- 2011)
ya que ahora tampoco sigue como oferta educativa del Establecimiento porque desde
el 2009 una nueva reforma en los planes de estudios se puso en marcha y a fines
de este año precisamente, egresarán las primeras promociones de la Escuela
Secundaria en sus cuatro orientaciones.
Al año siguiente cuando mi voz ya no se
escuchaba en los pasillos ni en las aulas del Instituto, más precisamente en el
mes de septiembre y con motivo del día del profesor, una carta llegó a mi casa
y al ver el sobre mi corazón comenzó a latir con más fuerza, sabía de dónde
venía con sólo mirar el ángulo superior izquierdo; allí estaba como diciendo
estoy todavía presente, soy el sello inconfundible de tu querido colegio. Ese
sobre contenía una invitación para asistir a la fiesta del reencuentro con los
compañeros, en la cual recibiría la Tau, el otro signo identificatorio de la
pertenencia a la comunidad del nivel secundario y que todos los jubilados
nos llevamos orgullosos una vez que
decimos adiós.
Ojalá pueda seguir viendo ese logo… porque esa
tarde en Vice Rectoría su nacimiento fue pensado imaginándolo impreso en el
papel mientras que en el corazón del Instituto Cristo Redentor siga encendida la
lámpara de la fe y el amor, la misma que animaron a las Hermanas a trabajar por la educación
de los jóvenes desde su creación.
María Adela Pon
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