Quisiera…
Buscando arropar el alma… encontré unas fotos
¡cuánto tiempo hace que no veo tu sonrisa,
no aferro tus manos, no escucho tu voz!.
Se pasan los días, los meses, los años
y casi sin sentirlo,
la vida se va…
se lleva con ella el desconsuelo de la despedida,
pero deja un vacío y la ilusión de un retorno
que aunque fuertemente anhelemos… nunca será.
Quisiera… volver a sentarme
a tu lado,
tomar unos mates, poder conversar;
escuchar de tus andanzas por la cocina
y saborear lentamente tu turrón de quaker
que cuando nos reuníamos
con nuestros maridos te gustaba llevar.
Quisiera… poder hablarte sobe nuestras vidas,
de esos momentos que ya no compartimos,
y de las heridas que en nosotras se abrieron
cuando hace ya un tiempo… nos dijiste adiós.
Para cerrarlas… atrapamos recuerdos
y rogamos confiadas a Dios en silencio
para que nos diera el consuelo de la aceptación.
Ana María ya tiene un nieto, y tal vez…
porque extrañaba esas obras en tu compañía,
cambió la pintura por la actuación.
Yo consigno en
papeles mi historia de vida,
sólo lo que aflora de mi azaroso existir;
anudo las letras, enlazo palabras,
escribo cuando las vivencias pugnan por salir.
Quisiera … contarte de nuestro colegio,
¡no te imaginás cuántos compañeros nuevos
siguen nuestras huellas sembrando y sembrando!
Muchos son el fruto de nuestro trabajo
y con ellos hemos compartido aulas y festejos.
¡Ojalá que nuestros
esfuerzos sustenten sus logros
y que hayamos conseguido prender en sus almas
el fuego de la entrega y los buenos consejos!.
Quisiera… decirte que
asiduamente leo
esas palabras escritas por vos y Ana María
y que al cumplir mis 50 años me hicieron llegar.
¡Cuántos deseos que quedaron truncos
allí los veo impresos
con tinta de lágrimas
que sólo el corazón de un amigo puede llorar!
Ellas son las me animan a contar mis vivencias,
a expresar la congoja, a añorar tu presencia,
pero también me impulsan a atesorar los recuerdos
para que me regalen la magia de poder soñar.
Así es que puedo fantasear que te veo
pintándote los labios sin mirarte al espejo,
y que contemplo esa forma tan personal
de arreglarte el pelo y de mover las manos
cuando entusiasmada contabas la Historia
o simplemente al reunirnos para conversar.
Y si te extraño mucho… hasta en el silencio
puedo imaginar que suavemente escucho…
“Adelita”, como cariñosamente me solías llamar.
Quisiera… que no te hubieras ido
y que estuvieras acompañando nuestro caminar,
pero … Dios tenía otros planes
y un 14 de marzo… te vino a buscar.
Junio 2011 María Adela Pon
Si te interesa conocer más sobre esos compañeros, los que acompañaron mi caminar durante 30 años y con los cuales juntos construimos la comunidad del Instituto, te sugiero otros escritos del blog como Buscando raíces..., Esos infatigables caminantes..., Un recuerdo... un anhelo... y un adiós, Con sólo nombrarla..., Un comienzo... que se renueva, Y Dios sigue entretejiendo la historia..., Cuando la nostalgia golpea la puerta... , Las imágenes que se fueron gestando... desde 1979, 30 años... en un poema,
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