… un ¡gracias! surge espontáneamente de mi
garganta y una sonrisa amplia se dibuja en mi rostro, amplia como la suya que
aún recuerdo.
La
Hna Paulina Fontana llegó mi vida y al Instituto en 1972, reemplazando a la
Hna Martha Cuatrín. Recuerdo sus cabellos con la tonalidad del tiempo y los
años vividos, su acogedora sonrisa, sus ojos claros, su calma y serenidad.
La
serenidad que permite la reflexión para la acción, la fortaleza templada
lentamente en la lucha diaria por el cumplimiento de las tareas asignadas y la firmeza
en sus convicciones afirmadas en el devenir de las experiencias vividas,
seguramente fueron las virtudes que permitieron a Paulina conducir el barco en
medio de las tormentas y llevarlo a buen puerto; tormentas que nos dejaron muchas
arrugas en el alma a todos los que transitamos por el colegio durante esos
difíciles años.
Estoy convencida que Dios va guiando
nuestros destinos si nos dejamos conducir por Él, y que pone en el camino de
las Instituciones que se abandonan en sus manos a quien puede afrontar
determinados momentos y situaciones… y Paulina fue la elegida para lograr formar
un equipo de trabajo que le ayudara a construir la comunidad a pesar de todos
los contratiempos, una comunidad basada en el respeto mutuo y la convivencia en
fraternidad.
Oídos
atentos para escuchar, palabras cálidas para corregir, manos tendidas para ayudar y una sonrisa y
abrazo para reconfortar, estaban siempre
disponibles para quien se acercara a conversar con ella. ¡Cómo no agradecer esa disposición y esa
entrega! ¡Cómo olvidar!
Tal vez parezcan muy pocas estas palabras
para rememorar, pero son sencillas como su vida y profundamente sentidas como
su entrega a la Congregación y a su misión.
Paulina se despidió de nosotros en noviembre
de 1980 para ir a cumplir otra tarea en otro destino. ¿Por qué recuerdo tan
claramente esa fecha? Porque el día anterior al de su fiesta de despedida,
comencé a soñar con una familia de la
mano de Esteban, mi compañero de la vida desde hace 31 años.
Una despedida y un encuentro, dos facetas
distintas de un único camino, dos personas muy importantes en mi vida en dos
ámbitos distintos… unidas en el mismo
recuerdo.
El día de mi boda, un 6 de junio de 1981,
Paulina ya no estaba aquí, pero hizo llegar a mis manos un regalo que conservo
como un tesoro: un juego de tacitas para café. En raras ocasiones las uso temiendo
que se rompan… tal vez porque no quiero perderme la oportunidad de imaginar su
mirada y su sonrisa que se aparecen ante mis ojos cada vez que las contemplo.
María Adela Pon
Y
este escrito tuvo su respuesta. La Hna Paulina hace 20 años que se encuentra en
Tintina, Santiago del Estero, han transcurrido los años y sigue trabajando. Me
comuniqué telefónicamente con ella y al escucharla parecía como si el tiempo no
hubiese pasado, la misma calma, la misma sencillez, la misma calidez… y el mismo afecto. Esa
conversación quedará sólo para mí, pero sí creo que puedo y debo hacer pública la
última parte de su respuesta escrita ya que en ella va un recuerdo y un saludo
para todos los que compartimos esos años en el Colegio. La foto… se la hizo
sacar especialmente para poder compartirla con nosotros. ¡Gracias Paulina!!!!
“Te agradezco este encuentro
contigo a pesar de la distancia. Con la ayuda de la Hna María, va un abrazo muy
grande para ti, a tu querida familia y a todas las amigas que compartieron la
tarea en CRISTO REDENTOR, UN GRAN Y
APRETADO ABRAZO. Va mi fotito, pasaron añññooosss pero aún leo sin anteojos.”
Hna Paulina
Si te interesa conocer más en relación con las Hermanas de la Congregación te sugiero otros escritos del blog como Un comienzo... que se renueva, Esas inacansables itinerantes del servicio..., Hay una palabra..., Y Dios sigue entretejiendo la historia...
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