Quizá para quien conozca poco sobre el
colegio, no toma dimensión de cuánta gente se encuentra y se cruza tras sus
muros diariamente durante el ciclo escolar. Desde que lo conozco la estructura
jerárquica es igual: una Rectora, dos Directoras de Estudios (una en el turno de la mañana y otra
turno tarde a las cuales llamamos familiarmente Vicerrectoras), una Secretaria,
una Prosecretaria y un Representante Legal. Pero llenando sus aulas y
transitando por cuanto lugar uno imagine: los docentes, catequistas, alumnos,
bibliotecarias, tesorera, personal de tesorería, personal de secretaría, porteras,
ordenanzas… y esos incansables caminantes: los preceptores.
En el
Instituto ingresé el 15 de marzo de 1971 y dije adiós un 31 de diciembre de
2000, dos fechas… un comienzo y un final. En medio ¡cuántas historias de vida
detrás de los rostros de esos caminantes de pasillos y aulas que compartieron
mis horas allí! Siempre fueron pocos… siempre teniendo a su cargo tres o cuatro
cursos…siempre dispuestos a cubrir todos los frentes… siempre presentes…
Para muchos quizás su tarea pase
inadvertida o se circunscriba a pensar que sólo consiste en tomar asistencia y hacer
los registros, hacer los boletines… tal vez porque se han perdido la mejor
parte de la historia… no saben que sin su invalorable apoyo mucho de lo que se
logra, no podría ser.
¡Qué docente no ha recibido de ellos la
entrega generosa de su tiempo y de su invalorable, cuidada y precisa información!
¡Qué directivo no ha reconocido su inestimable ayuda! Los que
pasamos algún tiempo en esos cargos sabemos que sin su apoyo es imposible estar
presente en el patio, en las aulas, dando comunicaciones, atendiendo a los
padres, y sobre todo… en contacto con
los alumnos.
Cada preceptor conoce “sus pichones”, los ve
crecer… y los ve volar. Muchas veces es su confidente, el que conoce de sus
alegrías y de sus tristezas, el que le prepara un té o le da una galletita
porque no ha comido, el que lo asiste cuando está descompuesto o está a su lado
porque simplemente necesita de su abrazo o le entrega un pañuelo para secar sus
lágrimas. Es la mano dispuesta para sostener, el oído atento para escuchar, la palabra
a tiempo para aconsejar y la sensatez para pedir ayuda cuando el momento o el
problema así lo requiere.
Yo puedo dar fe de todo esto que estoy
escribiendo, yo conocí a muchos preceptores a lo largo de los 30 años, cada uno
con sus personalidades distintas y sus diferentes modos de conectarse con sus
alumnos, pero todos… con la misma disposición y la misma entrega.
Realmente si quisiera nombrarlos… alguno no
quedaría consignado en la lista y no sería justo; quizás con una ayuda memoria
instalándome en el colegio pueda lograrlo, pero mientras tanto sólo voy a citar a una de esas personas: Adelaida Peralta
de Zabalet, la primera preceptora del turno de la tarde con la que tuve
contacto al llegar al Instituto.
¡Adelaida!!!
Con ese vozarrón parecido al mío, sus labios siempre pintados y su presencia
impecable. ¡Qué hermosos tiempos aquellos! Mis primeros pasos en la docencia,
recién recibida, con mucho por aprender, pocos cursos y docentes a la tarde
porque muchos éramos “exclusivos” del turno, como en mi caso, por ser la
división de Peritos Mercantiles con materias específicas, y eso fue lo que nos
permitió conocernos mejor y crear lazos de verdadera fraternidad.
Una de esas tardes de 1971, estando en 3º C,
último curso mixto que tuve de la primera etapa en la que se aceptaron varones,
saqué del aula a uno de ellos… porque estaba conversando mientras explicaba y
eso significaba… firmar el cuaderno de disciplina. Mientras él iba saliendo, yo
por dentro rogaba… que Adelaida ¡me salvara! Eran mis primeras armas, muy joven
y… había que pisar fuerte. Pasaron algunos minutos, el aire se cortaba con el filo de una
navaja y… apareció Adelaida que con su vozarrón me decía mientras se acercaba
al escritorio:
-
Srta Adela, en cuanto encuentre el cuaderno de disciplina se lo hago firmar, mientras tanto este alumno ¿puede entrar?
La
mirada cómplice entre ambas y un cuaderno… que ese día nadie encontró.
Si bien este hecho quedó grabado así en mi anecdotario... también su desenlace: una charla de crecimiento y aprendizaje entre todos los involucrados en el mismo.
Si bien este hecho quedó grabado así en mi anecdotario... también su desenlace: una charla de crecimiento y aprendizaje entre todos los involucrados en el mismo.
Esa
misma Adelaida que otra tarde no quería tocar la campana de entrada de las 13
hs porque yo no había llegado, circunstancia que era totalmente inusual en mí porque
siempre lo hacía temprano; pero ese día las culpables del retraso fueron unas
frutillas con crema que estábamos disfrutando con mi amiga Luz en su casa, una
de las amistades forjadas detrás de los muros del colegio y con quien hoy sigo
compartiendo la vida. Y Adelaida esa tarde, con retraso de algunos minutos… no
tocó la campana hasta que no me vio entrar.
Adelaida… protectora no sólo de los alumnos
a su cargo, sino también de los que estábamos trabajando codo a codo con ella
para darle firmeza a las alas de “sus pichones”… para que aprendieran a volar.
Adelaida
y yo, con nombres parecidos, unidas en un mismo colegio, una misma vocación,
con domicilio una en Gualeguaychú y la otra en Paraná pero… con la misma
dirección en nuestros documentos: Julio A. Roca 153. Hace años que ese
domicilio ya no figura en mi DNI y lamentablemente… ella hace mucho tiempo que
nos dejó.
En este, mi recordatorio y reconocimiento a su labor, vaya implícito el mismo reconocimiento y afecto para todos aquellos que ennoblecieron esta tarea en el colegio, y a los que siguen orientando, aconsejando y acompañando a sus alumnos hasta que abandonen el nido para iniciar su propio vuelo.
María
Adela Pon
Y
este escrito tuvo una respuesta… la de Jorge Bergallo, un querido preceptor y
catequista con el cual caminamos juntos un trecho por el ICR. Lo que aquí
transcribo, tiene para mí una importancia especial, ya que se trata del
testimonio de uno de los destinatarios e involucrados en el escrito y al cual pedí autorización para publicarlo. Quien se siente
identificado con las palabras allí escritas y me lo expresa… es un inestimable
regalo que guardaré no sólo entre mis papeles.
Entre otras palabras, Jorge escribe:
“…Especial
énfasis quiero poner en comentar el texto sobre los preceptores. Parece que nos
hubieses pintado un retrato en vivo porque esa expresión de
"CAMINANTES" es perfecta. Yo siempre me identifiqué con un caminante
cuando fui preceptor, y me recuerdo así!!! y amé serlo. Y ni te cuento que
luego, donde anduve y ando, a veces pretendo que el perfil de los preceptores
tenga algo de aquello que viví en el Cristo...porque ese caminar era el que
permitía estar, cubrir los espacios, hacer que los chicos se sientan acompañados
y a la vez cuidados!!!. No puedo creer tu percepción!!! eso habla de tu corazón
docente que se agiganta con el paso del tiempo y que tiene la enorme capacidad
de volver a la fuente, pero a buscar sólo la mejor parte.
Yo acabo de cumplir 40 años, y pasé desde 1979 a 2005 en el Cristo, es una marca imborrable, se extraña, se lleva en el alma, se quiere siempre volver.
En mi caso la vida me permitió volver a acompañar el devenir del Superior desde 2009!!!!!!! desde el Equipo del CGE en el que estoy!!!......pero sé que el lugar desde donde me formé, comprendí la totalidad de una institución, sus dimensiones, personal, variables etc, es desde la Preceptoría....y obvio desde la Catequesis.” Jorge Bergallo
Yo acabo de cumplir 40 años, y pasé desde 1979 a 2005 en el Cristo, es una marca imborrable, se extraña, se lleva en el alma, se quiere siempre volver.
En mi caso la vida me permitió volver a acompañar el devenir del Superior desde 2009!!!!!!! desde el Equipo del CGE en el que estoy!!!......pero sé que el lugar desde donde me formé, comprendí la totalidad de una institución, sus dimensiones, personal, variables etc, es desde la Preceptoría....y obvio desde la Catequesis.” Jorge Bergallo
No quiero terminar de consignar esta
respuesta, sin mencionar de que al leer en el comentario “… volver a la fuente, pero a buscar sólo la mejor parte.”
descubrí el verdadero motivo que me impulsó a escribir mis vivencias…¡¡¡
gracias Jorge !!!
María Adela Pon
Si te interesa conocer más sobre esos compañeros, los que acompañaron mi caminar durante 30 años y con los cuales juntos construimos esa comunidad del Instituto, te sugiero otros escritos del blog como Buscando raíces..., Extrañándote..., Esos infatigables caminantes..., Un recuerdo... un anhelo... y un adiós, Con sólo nombrarla..., Un comienzo... que se renueva, Y Dios sigue entretejiendo la historia..., Cuando la nostalgia golpea la puerta..., Las imágenes que se fueron gestando ... desde 1979, 30 años... en un poema,
Si te interesa conocer más sobre esos compañeros, los que acompañaron mi caminar durante 30 años y con los cuales juntos construimos esa comunidad del Instituto, te sugiero otros escritos del blog como Buscando raíces..., Extrañándote..., Esos infatigables caminantes..., Un recuerdo... un anhelo... y un adiós, Con sólo nombrarla..., Un comienzo... que se renueva, Y Dios sigue entretejiendo la historia..., Cuando la nostalgia golpea la puerta..., Las imágenes que se fueron gestando ... desde 1979, 30 años... en un poema,