Hoy, 23 de octubre, un nuevo aniversario… y hoy
quiero recordar ese acontecimiento sobre el que escribí con vehemencia en Buscando respuestas..., a través de las palabras del Lic. Jorge Bergallo. En octubre del 2002, al
momento de festejarse el centenario de su fundación, él escribió un poema que
muy pocos conocen y que generosamente me hizo llegar no hace mucho tiempo junto
con la autorización para poder publicarlo. Lo guardé justamente para
compartirlo en esta fecha en la que todos los caminamos alguna vez por algunas
de sus escuelas, recordamos de forma especial.
CRISTO REDENTOR
En
el corazón de un hombre santo se gestó tu vida;
cien
años atrás nacías como asilo Cristo Redentor,
en el castillo comprado, de torres altivas
sobre la colina
que
los paranaenses habían donado a un tal doctor…
Monseñor
Teófilo Van Damme, te ungió para servir,
con
un nombre y una misión; y en mil novecientos dos,
al
carisma de las Hermanas Franciscanas de Gante,
de su Bélgica amada, seguro y para siempre, te
confió.
En
tus primeros años, fuiste hogar de niños huérfanos,
y
el Padre del cielo que en noches otrora sabías mirar;
repentinamente
recogió en su abrazo a muchos de ellos;
un tiempo prudente tus puertas tuviste que
cerrar.
En
el descanso cambiaron tus planes más no tu misión:
alojando
a niñas huérfanas del campo, volviste a vivir,
y
en Santa María pequeña escuelita, recibiste a cada una
como
hogar fraterno enseñándoles oficios, para subsistir.
Luego volviste a admitir niños, aunque sólo en el
jardín:
y
en el treinta y cuatro ya reorganizado
te reconocieron
escuela
primaria con nombre de prócer de fe y de valor:
Manuel
Alberti; y con el número ocho que se te asignó.
Pasados
los años, por los cuarenta, otro sueño comenzó
hiciste
más aulas con enorme esfuerzo y mayor pasión,
e increíblemente en el cuarenta y cuatro, el
fruto se vió:
creaste
la secundaria llamándola “Instituto Cristo Redentor”.
Creciste enorme, acogiendo alumnos siempre en el amor,
llegando
el día en que por ellos, escindiste tu
primaria en dos;
siendo
en el turno tarde donde la nueva escuela
nació,
a la que Hermana Rosalía de Borger, número
tres, se la llamó.
A
la par de tu historia transcurrió la de la Congregación.
la
obra se extendió en convento, noviciado, fundaciones
de
hogares, escuelas y comunidades; y por los sesenta,
un
Templo sobrio de estilo gótico, dedicaste a la Asunción.
Jesucristo
y la Iglesia, Francisco y Clara, Teresa y Teófilo
ayer;
y las Hermanas belgas, argentinas y chilenas hoy,
junto
a los seglares congregados, en reunión de amor
renuevan
la fiesta y arriesgan la vida en misión compartida,
creyendo
que vive y llama a servirlo en el pobre, el Señor.
P/D: Jorge Bergallo, un querido preceptor y
catequista con el cual caminamos juntos un trecho por el ICR. De él tengo
consignado un comentario en Esos infatigables caminantes…
Gracias Jorge por permitirme compartir ahora también este poema.
María Adela Pon