Septiembre…
un mes muy particular… y este año no es distinto. Una tarjeta
apareció en mi correo y en ni facebook con una invitación… y comenzaron a
reavivarse los recuerdos.
Tal vez… sólo sean importantes para unos
pocos; tal vez… haga falta para entender haberlos vivido y compartido; tal vez…
la distancia en el tiempo me haya permitido comprender su importancia y
trascendencia porque seguramente hayan sido el mágico sostén de lo mucho que
logramos… crear lazos que perduraran más allá de los muros del colegio.
Quizás sería bueno comenzar por el
principio. El Instituto Cristo Redentor tiene dos turnos con decenas de
profesores caminando por sus pasillos y en sus aulas; algunos trabajan sólo en
uno de los turnos, otros en los dos; algunos permanecen en él mucho tiempo durante
la semana , otros sólo algunas horas; algunos pueden compartir las charlas y el
café o el mate de los recreos en la sala de profesores y otros tienen ese
tiempo para correr a otro colegio; algunos van y vienen renovándose
constantemente reemplazando a los que
están con licencia; no todos están en las aulas y se cruzan en algún momento
con tiempo sólo para un ¡hola! o un ¿cómo estás?… una realidad que no sólo es
privativa del Instituto y de este momento… pero sí una realidad que hace
difícil la comunicación y el acercamiento… y así también era entonces… cuando
yo estaba caminando por sus pasillos y en sus aulas.
Otro tiempo… el que rememoramos cada vez que nos juntamos
los que compartimos aquellos días… tan lejos y a la vez tan cerca del ahora… el
que añoramos… el nuestro… el tiempo en
el que pudimos encontrar los momentos, los lugares y las actividades para crear
esos lazos que nos permitieron desarrollar nuestra vocación docente, realizar
nuestro trabajo y transitar la vida escolar de un modo especial.
En el mes de febrero pasado nos encontramos
con la Hna Paulina en casa de sus hermanas, en un momento de la charla me
preguntó ¿te acordás de aquél día de la búsqueda del tesoro? Escuchar estas
palabras, cerrar los ojos y verme muy temprano en la mañana recorriendo las
galerías del colegio poniendo las tarjetitas con las pistas para la búsqueda…
fue instantáneo. ¡¡¡ Cómo no recordar si fue mi comienzo en esa hermosa empresa
de crear vínculos!!! Tal vez debería decir… nuestro comienzo, porque la mayoría
del personal seglar con los cuales compartí la vida escolar desde mi llegada,
nos incorporamos al colegio con pocos
años de diferencia, muy pocos eran los pioneros y llevaban años trabajando en
él y recién en 1967 se había creado el turno de la tarde con la aplicación del
Plan de Perito Mercantil… el “tiempo nuestro”, el que puedo recordar y de cuyas
vivencias puedo hablar.
Así… con este festejo de los cumpleaños del
primer semestre del año… comenzamos la mayoría de los docentes a encontrarnos
para conocernos más allá de los libros y de las reuniones formales. Los
cumpleañeros estaban vestidos con un atuendo especial proporcionado por los
organizadores (los que cumplíamos años en el segundo semestre), atuendo elegido
de acuerdo a la personalidad y función de cada uno, la Hna Paulina era una de las homenajeadas y…
lucía como la Mujer Maravilla. La búsqueda del tesoro fue el inicio… después
las palabras… los ravioles… los regalos y… el afecto… el que nace del contacto,
del conocimiento, de las ganas de caminar juntos a pesar de todos los
contratiempos y que comienza lentamente a entrelazar las vidas.
Y a ese festejo, le siguieron otros… el de los cumpleaños del segundo semestre… los del Día del Estudiante y del Día del
Profesor que compartíamos con los alumnos y… empezaron las despedidas de
soltero. Ya en el colegio nos era difícil organizarlas por el horario y porque
teníamos que invadir la privacidad y el espacio que ocupaban las Hermanas y las
internas… entonces comenzamos las reuniones en las casas de los docentes. ¡Cómo
olvidar los asados en casa de Graciela D´Elía de Ghiggi o la convocatoria en
casa de Perlita Chiavarino para estas despedidas!.
Pero
un día… apareció una casa, con un patio adornado con muchas plantas… un
quincho… y una anfitriona… Inés Minni…
en realidad Inés Montenegro de Minni… y a partir de ese momento ella fue mudo
testigo de todos nuestros agasajos y nuestras fiestas. Y allí… en esa casa y en una noche muy especial de fines de mayo de
1981… recuerdo mi despedida de soltera. Hacía frío, pero el quincho y el patio
se vistieron de fiesta para el encuentro; imposible olvidar… fotos conservo sólo una, pero montones de
imágenes en la retina y en el corazón.
Y
así… las ganas de estar juntos y el sentirnos más unidos con cada encuentro, nos
motivó a agregar otro festejo… las
despedidas de fin de año. Despedir el año… sólo un nombre para celebrar un
acontecimiento distinto, el que empezábamos a preparar a fines de noviembre, el
que esperábamos ansiosamente… y para el cual no había que preguntar dónde se
realizaba… hasta que Inés se fue del colegio.
La
casa de Inés… Cacho y los chicos, Matías y Beltrán, ya
sabían que su vida cotidiana se vería alterada por una tarde-noche con un
bullicio especial, pero que también disfrutaban participando de él en algún
momento porque era una algarabía que provenía de una convocatoria con el fin de
pasar un rato juntos, reconocernos,
acercarnos, divertirnos… y crear lazos.
Hoy también
hay una cita… distinta… en el Colegio… es la que me propuso esa invitación que
hizo aflorar estos recuerdos y que sigue convocándonos como en aquél momento
cuando la organizamos por primera vez… reunirnos para homenajear a los que se
jubilaron durante el año entregándoles la Tau, haciendo coincidir el agasajo con el Día del
Profesor.
Hoy seguramente estaremos allí festejando en el Instituto, muchos de los que en el ayer estuvimos
reunidos en aquella casa… la casa de Inés… la de las alegrías compartidas… la
de las risas sin pausas… la de las placenteras emociones. La casa de Inés…esa casa… la de la mesa
tendida para las charlas sin tiempo… la de los abrazos fraternos para acoger a
los nuevos. La casa de Inés... esa casa… la de cálidos rincones donde entibiar
las penas… la de apacibles espacios para limar asperezas… la de las puertas
abiertas para albergar el encuentro.
La
casa de Inés… esa casa… la que en mi
memoria y en mis sentimientos se engalanaba y pintaba al menos una vez al año
con un color especial… ese color que todos llevamos guardado muy celosamente porque
para cada uno tiene un matiz particular y único… el asombroso color de los
afectos.
La casa de Inés… esa casa… la del color de los afectos… desde que nos fuimos del colegio, la veo a veces… pintada… pero sólo a veces… con el misterioso color de la nostalgia.
María Adela Pon
P/D Hubo un llamado telefónico y unas
palabras... que quiero guardar sólo para mí. Gracias Inés!!!
Es 6 de Enero de 2016.... y hoy esa casa se ha teñido con el color de la tristeza... su dueña se ha ido.
Querida Inés, que brille para ti la Luz que no tiene fin.
Es 6 de Enero de 2016.... y hoy esa casa se ha teñido con el color de la tristeza... su dueña se ha ido.
Querida Inés, que brille para ti la Luz que no tiene fin.