Para
iniciar un escrito generalmente hay un disparador que a uno lo atrape y lo
impulse, a veces se trata de un recuerdo, o el encuentro con una persona, a
veces una música… en este caso fue una palabra.
Una palabra que, de golpe… tomó otra
dimensión. Muchas veces la he escrito a lo largo de todo este blog, pero recibí
una respuesta… y ahí estaba hablándome desde otro lugar. La Hna Martha Cuatrín me
envió un mail, en el que entre otras cosas me manifestaba: “Realmente el Cristo es mi Hogar.
Aquí me formé y aquí entrego mi vida. Un abrazo Martha”… y esa palabra así escrita… con mayúscula… inmediatamente me
llevó a una imagen… y esa imagen a otras palabras que pude traducir en un poema
que titulé…
Imaginé...
Imaginé unas Hermanas…
viniendo de lejos,
trayendo una llama muy dentro del pecho
que las impulsaba a
dejar su terruño
para entregarse a la
sublime misión de educar.
Imaginé su compromiso… aceptando el llamado
para hacer en el Cristo… otro nuevo lugar
que abriera caminos iluminando las mentes,
que ofreciera cobijo, que
abrigara esperanzas,
que ayudara a crear
lazos y encontrar afectos
a los que la vida se encargó de quitar.
Imaginé
sus manos…preparando el refugio
y encendiendo los leños
para dar calor,
para que los niños, los
más desprotegidos,
entre sus muros
hallaran hoguera de amor.
Imaginé la congoja… por
sus huerfanitos
cuando el cálido asilo debieron cerrar,
pero… Dios tenía otros planes,
en Él confiaron, reabrieron
sus puertas
y decidieron que sólo las mujeres
ahora en esta casa se podían quedar.
Imaginé sus ganas… de seguir la lucha
creando otra escuela y el
internado,
para que huérfanas y pupilas pudiesen
allí, en esa morada, vivir y estudiar.
Imaginé sus días…
detrás de los muros
acompañando a las niñas en su formación,
orando con ellas, velando
sus sueños
y abriendo sus brazos
para consolar.
Imaginé su empeño… para
que esa llama
de amor y
de entrega que tanto cuidaban,
en los corazones de
aquellas pequeñas
en un rinconcito
pudiera anidar.
Imaginé la alegría…de
las que ayudaron
dándoles los
instrumentos para despegar,
inculcando valores, promoviendo
el estudio,
para que sus metas
pudiesen lograr.
Imaginé el gozo… cuando
consiguieron
alcanzar el sueño de
formar maestras
para que transmitieran
no sólo el saber,
y cuando muchas de
ellas unieron
sus hábitos con los
guardapolvos blancos,
las imaginé rezando… para
agradecer.
Imaginé su transitar…
por distintos senderos
para formar otros
refugios de Paz y de Bien,
como el que rememoro,
mi querido Instituto,
en el que yo también
encontré mi lugar.
Imaginé cinco letras…
cálidamente enlazadas
protegiendo ese nido, el
que ellas armaron
con amor de madres, para así entregar:
protección… cariño… consuelo…
ayuda… educación… refugio… amparo…
ofrendas que fuertemente unidas simbolizan
aquello por lo que siempre lucharon
y que, emblemáticamente, llamaron… Hogar.
¡¡¡Gracias!!!
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