lunes, 23 de marzo de 2015

El empeño infinito...



    El pasado 6 de marzo de 2015  una noticia volvió a abrir el baúl de los recuerdos, como ya lo habían hecho otras en años anteriores en la misma fecha, con la diferencia de que esta vez no quise dejar pasar la oportunidad de consignarlos.

   Ese día me puse a leer, como todas las mañanas lo hago mientras tomo mate con mi esposo, uno de los periódicos de mi ciudad “El Diario” más precisamente, y de pronto allí estaba… un artículo cuyo título llamó mi atención “La monja del empeño infinito”... con esas palabras y el nombre del barrio donde trabajaba “Gaucho Rivero”, aún sin que mediara la fotografía que ilustraba la nota, imposible hubiese sido no identificarla. En los primeros renglones pude leer  Llegó en 1987 al barrio Gaucho Rivero y en ese lugar se quedó para siempre. Fundó una capilla, un hogar de día y una escuela que brinda apoyo escolar. Aunque ha dejado algunas funciones, sigue activa: participa en la catequesis, organiza comunidades eclesiales de base y cada mañana pone los pies en el piso a las 6.30.

   Elvira Bustos nació y creció en un campo de Villaguay  y siendo ya mayor de edad,  a los 21 años, se decidió a seguir la vida religiosa: se hizo monja. Dejó atrás una vida de muchos: 18 hermanos, y se anotó en el noviciado de las Franciscanas.
  Se hizo religiosa con el fervor de salir a misionar a tierras extrañas, lejanas: quiso ir a la Patagonia, junto a los Dominicos. No pudo. La Hna Mariana, ese es su nombre de religiosa, no pudo salir de Entre Ríos: la enfermedad de la madre la ató a esta geografía.   Elvira Bustos, nacida en Villaguay, convertida en la Hna Mariana, cumple hoy 91 años.
  Si se hace bien la cuenta, lleva 70 años como monja, y 28 de esos años entregados a una comunidad donde echó raíces para siempre: Gaucho Rivero.”

   La Hna Mariana… religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de Gante… una Hna con la que lamentablemente tuve sólo contactos esporádicos durante mi permanencia en el Instituto, pero  sí sabía de su obra y su trabajo en una zona de Paraná conformada por barrios castigados por la pobreza: Gaucho Rivero, Santa Rita, San Jorge, Padre Kolbe, Anacleto Medina Sur.  Cómo no enterarnos de su obra si todos los años los alumnos se abocaban no sólo a la búsqueda de alimentos, vestimenta, calzados, etc… que eran destinados a los niños a los cuales la Hna Mariana destinaba sus esfuerzos, sino también por las visitas que a ellos les realizaban.

   Pero no sólo los alumnos tenían contacto con la obra de la Hna Mariana, muchos de los docentes (generalmente ex alumnos del Instituto) compartían con ella su trabajo y su ayuda,  porque seguían manteniendo con ella el vínculo nacido en el conocimiento mutuo seguramente desde sus ingresos a la escuela primaria, o desde su ciudad de origen, un conocimiento que en mi caso comenzó sólo desde mi llegada a Paraná y que implicaba no sólo a ella sino también a la Congregación, a las Hermanas… y hasta a la ciudad misma en todos sus aspectos.  Quien ha sufrido un desarraigo de su ciudad natal por cualquier motivo aunque sea muy joven y  tuvo que insertarse sola en otro lugar, como en mi caso, sabe que no es fácil adaptarse al nuevo medio por todas las connotaciones que ello implica: establecer relaciones, familiarizarse con los sitios culturales y recreativos, ete, etc… todo lleva su tiempo y su esfuerzo… es como renacer en otro lugar con un libro que se inicia con páginas en blanco porque los años anteriores de la vida, esos que hablan de su crecimiento, su formación, sus lazos afectivos y su vocación… no están escritos en él.  

  Y ese fue seguramente el motivo por el cual mi relación con la Hna Mariana y su obra no fuese tan estrecha y fluida como podría haber sido estando ambas compartiendo la misma ciudad y en contacto con otras Hnas de su misma Congregación, pero eso no significa que desde el Instituto no hayamos compartido espacios y proyectos.

  Y uno de ellos vino a mi memoria… y me fui a hurgar entre los papeles que conservo de aquellos tiempos. Y allí apareció “Hacia la construcción de nuestra identidad”, fechado en 1997, en el contexto de una Reforma Educativa que se puso en marcha en 1999 con todas las implicancias que esto conlleva, motivado por el  Eje Organizador: Estilo de vida franciscano y elaborado por  Juana Cian de Oroño (bibliotecaria del turno de la tarde), los catequistas Alejandro Taleb, Nancy Albornoz y Fabián Villaba (también docente) y los docentes Margarita Yánez de Reyes y yo.  Entre los fundamentos que nos llevaron a la formulación de este proyecto consignamos: “el Ideario de la Congregación establece un determinado perfil para esta Institución, pero tiene un margen de actuación, de propuestas y de elaboraciones que es de responsabilidad de nuestra comunidad, por lo que es necesario una reflexión más detallada sobre la forma de configurar la propia identidad del Instituto Cristo Redentor. Pero como ella no se configura de una vez y para siempre ya que las personas involucradas se van renovando y el medio en el cual se actúa va cambiando, el análisis de estos puntos y el deseo que nuestra comunidad adhiera al estilo de vida franciscano, es lo que motiva la formulación del proyecto…

… Un proyecto que tiene como objetivos reflexionar sobre quiénes somos, qué pretendemos y cómo nos insertamos socialmente. Aprehender el sentido de vivir de acuerdo a la propuesta de San Francisco de Asís.  Traducirlo en valores de vida para influenciar sobre nuestro entorno aquí y ahora….

… la propuesta consiste en un proyecto dinámico en el tiempo, de reelaboración y evaluación continuos, con actividades concretas a realizar a lo largo de cada ciclo lectivo….

… para el ciclo lectivo 1997 las actividades estarán orientadas a lograr profundizar el conocimiento de algunos aspectos de la vida de San Francisco y de la obra que las Hermanas de la Congregación realizan…

… con el propósito de profundizar el conocimiento de la obra de las Hermanas para el personal se propone: festejar el día de San Francisco con la Comunidad del Gaucho Rivero; y para los alumnos: a través de la exposición de las actividades que los alumnos han realizado en las Comunidades de Las Lomitas, el Gaucho Rivero y Villa Urquiza.”

  Pasaron los años y yo sigo recordando ese día. Para el 4 de Octubre nos fuimos encontrando de a poco con los integrantes de esa Comunidad de acuerdo a las posibilidades horarias de cada uno. Compartimos juegos, almuerzo y a la tarde la Misa, un bello día pasado allí reunidos por un festejo tan caro a los sentimientos y el accionar de toda la Congregación y los integrantes de los centros educativos que tienen las Hermanas a su cargo.

  Pero la Hna Mariana no llegó sola  al barrio Gaucho Rivero en 1987,  a su lado  estaba la Hna Dolores Engelberger.  Comenzaron a trabajar y juntas fundaron en 1989 la capilla San Francisco de Asís  y   la Escuela Primaria Nº 201Gaucho Antonio Rivero” si bien es una escuela pública, fue fundada en el mismo año  por iniciativa de ellas.
  En ese predio, en al año 2002,  juntas abrieron oficialmente las puertas del Centro de Día Virgen de la Esperanza en el marco de la  tarea que ellas venían realizando en el barrio desde su llegada, y más tarde, en el año 2007, también fundaron la Escuela de Recuperación e Integración Nº 207 “Juana Teresa Crombeen”. El Centro de Día "Virgen de la Esperanza" y la Escuela Privada de Recuperación e Integración Nº 207 "Juana Teresa Crombeen" promueven actividades que estimulan el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes en contexto de vulnerabilidad. Contribuyen a mejorar su rendimiento escolar y la permanencia en la escuela. A su vez, realizan actividades que permiten el desenvolvimiento de las propias capacidades creativas y recreativas en pos de mejorar su calidad de vida. Ambas instituciones dependen de la Asociación Civil "Instituto Cristo Redentor" y funcionan en el predio de la Capilla San Francisco de Asís ubicada en el barrio Gaucho Rivero de Paraná.

    
  Y allí están…  siguen en esa Comunidad trabajando sin descanso  en compañía de una hermana, también monja de la misma Congregación de la Hna Mariana: la Hna Stella Maris. A diario, al Centro de Día y a la Escuela de Recuperación e Integración asisten 200 chicos…. un muro de contención a la marginación y al fracaso escolar.

    
   “Dios no tiene miedo de las periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontrarán allí” decía el Papa Francisco en su encuentro con los Catequistas en el  Congreso Internacional sobre la Catequesis (Roma, 26-28 de septiembre de 2013) sobre el tema: “El catequista, testimonio de la fe”… y ese mensaje que está encarnado en el espíritu de la Hermanas desde su Consagración a la Vida Religiosa es el que siempre ha guiado todo su accionar.

  Catequista… en ese rol la conocí a la Hna Dolores Engelberger en el Instituto Cristo Redentor.  Allí nació una relación de mucho afecto. Pasaron los años y un día Dolores se fue al Gaucho Rivero. Cada vez más nuestros encuentros se fueron espaciando, y ahora ya hace muchos años que no la veo… pero el afecto sigue intacto.

    A lo largo de los 30 años de mi permanencia en el Colegio conocí y compartí mi trabajo diario con muchos catequistas. ¡Cómo olvidar sus Celebraciones en la Capilla La Asunción preparadas para fechas especiales, sus campamentos con los alumnos ocupando el predio  del Hogar La Providencia de Villa Urquiza, sus convivencias…! En mis comienzos en el Instituto eran las Hermanas las que ejercían este rol, pero poco a poco los seglares, especialmente ex alumnos que desempeñaban al mismo tiempo otras funciones (bibliotecarias, auxiliares docentes, preceptores, profesores…) fueron sumándose para acompañarlas en esa vocación. A lo largo de todos los escritos que he realizado en este blog, se fueron deslizando los nombres de muchos de ellos, pero  sé que si quisiera nombrarlos a todos seguramente algunos no quedarían consignados en la lista.  Es por eso que he elegido que a través del reconocimiento de la labor de la Hna Dolores Engelberger vaya implícito mi reconocimiento también a la de cada uno de los que desempeñaron y siguen desempeñando esta maravillosa tarea.

   ¡“Ser” catequistas! No trabajar como catequistas, ¡eh! ¡Eso no sirve! Yo trabajo como catequista porque me gusta enseñar… pero tú no eres catequista, ¡no sirve! ¡No serás fecundo! ¡No serás fecunda! Catequista es una vocación: “ser catequista”, esa es la vocación; no trabajar como catequista. Entiendan bien, no he dicho “hacer” el catequista, sino “serlo”, porque envuelve la vida. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras”. Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas el Evangelio, pueda leer el Evangelio” decía el Papa Francisco en su discurso en ese Congreso… y ese testimonio… en el barrio Gaucho Rivero… es una realidad.

   El  empeño infinito… un título que tomé prestado del artículo que dio origen a este escrito  y que define el accionar de estas Hermanas… con una indeclinable entrega al servicio de los más pobres…  allí en la periferia…  para encontrar a Dios.


                                                                                                                    María Adela Pon